2 de agosto de 2010

Mi amigo, Sol de Invierno

Ya lo había intentado en otras ocasiones, sólo que esta vez le salió muchísimo peor. Hablo de mi colega El Sol de invierno. El tío es todo un dandi, de los que se tiran dos horas arreglándose en el baño y cuando sale, parece que se ha echado la laca con un extintor. Y tiene ese apodo porque siempre anda metido en algún equipillo de fútbol, y es de los que calientan poco y salen tarde. Y es que aparte de a su físico (está mazado y tiene menos cuello que un muñeco de nieve) él le da mucha importancia al fútbol, que dice que es como el ajedrez, pero sin los dados. Y por eso, con esto del mundial se emocionó y quiso prepararse en serio. Se tiró el tío meses entrenándose. Se puso a correr como un loco, como si estuviera preparándose para ir a las rebajas de verano. Tanto tiempo estuvo pedaleando en la bicicleta estática en el gimnasio, que el sillín le dejó la raja del culo como el escote de Ana Obregón. El tío se creía Superman y consiguió entrar en un equipo decente, pero le pasó lo que te pasa cuando vas de guay y no llegas ni a chachi: en el minuto uno le lesionaron.

Y es que a El Sol en la primera comunión le dieron su primera hostia, pero la vida le tenía reservadas unas cuantas más. Uno de los jugadores del equipo contrario tenía un pedazo de cabeza como para tener personalidad quíntuple. Vamos, que le pones un cascabel al cuello y es completamente Doraemon. Y encima el tío tenía muy mala leche, y es que ya se sabe, si la gente follara más, jodería menos. Así que disputando un balón alto, le metió un cabezazo en toda la cara a El Sol y lo dejó como a Mister Potato, con todas las piezas desparramadas por el suelo...

Llevaron a El Sol al hospital y al poco tiempo lo mandaron para casa. Le dieron la baja, algo que a El Sol no le hizo demasiada ilusión porque es uno de esos tipos a los que el trabajo no le mata: es funcionario. Pero se le quedó la cara hecha un Cristo, vamos, que hubiera sido antiestético aunque trabajara como locutor de radio. Si esto le hubiera pasado hace 20 años, seguro que Mariscal se hubiera inspirado en su cara para dibujar a Cobi. Más que en un hospital, parecía que le habían operado la cara en un desguace.

Así que siguió su periodo de convalecencia en casa. La verdad es que El Sol no es un tío que se haga querer. Es una de estas personas en las que puedes depositar tu confianza, pero eso sí, no esperes que te dé ningún interés. Es bastante ruin y muy agarrado. Cuando le pides algo, lo único que te da es la espalda. Así que durante las primeras semanas el único que llamó a su puerta fue el del Círculo de Lectores, que el pobrecito sufrió dos paradas cardiorrespiratorias cuando abrió la puerta y lo vio. Pero el tío, muy profesional, no cejó en su empeño hasta que le hizo socio.

Un día fuimos varios a hacerle una visita. Y la verdad es que El Sol se había echado a perder en ese tiempo. No se cuidaba y tenía la casa que parecía que se la había alquilado al mismísimo señor Diógenes. Para entrar tuvimos que hacernos paso entre una barricada de cajas de pizza. La casa tenía tanto polvo, que al entrar en el dormitorio tuvimos una sensación muy similar a la que tuvo que tener Howard Carter cuando entró en la tumba de Tutankamón. Sólo que en vez de sarcófago y máscara mortuoria, ahí estaba El Sol en la cama con la cabeza vendada. Y es que El Sol se pasaba el día tirado en la cama sin hacer nada. Para contar las veces que se había echado un poco de agua por encima te sobraba una mano y seis dedos. Y decir que en su periodo de convalecencia su vida sexual estaba libre de polvo y paja era una verdad a medias. Y es que el chaval dormía como el niño Jesús, entre pajillas.

Realmente estaba muy alicaído, hasta sus debilidades eran más fuertes que él. Intentamos subirle el ánimo, pero aquello era más difícil que darse de baja del ADSL. Por su cabeza rondaban pensamientos tétricos, como suicidarse o hacerse del club de fans de Karmele Marchante. Creía firmemente que lo único que podría aplacar su sufrimiento era la muerte...

Y en efecto, así fue. La muerte, pero no la suya, sino la de un familiar lejano que le había nombrado único heredero de una fortuna. Así que lo primero que hizo El Sol fue gastarse parte del dinero en aquello que le devolvería su belleza perdida: se compró un Ferrari. Desde entonces, no hay chica que se le resista y El Sol ha vuelto a salir. Y es que como dice un sabio amigo mío: la salud va y viene, lo importante, es el dinero...