1 de diciembre de 2010

Mi amigo "El Tiempo"

Hay quien opina que las cenas de Navidad son peor que la muerte. Porque al menos, la muerte, no te pasa cada año. El caso es que recientemente un amigo mío, El Tiempo, ha tenido la cena de su empresa. A El Tiempo lo llamamos así porque da igual lo que ocurra a su alrededor, él pasa. El Tiempo los únicos principios que tiene son de cirrosis. Cada vez que sale, se pilla tarifa plana de cubatas. Y para aguantar, le pasa como a la batería de mi móvil, que sale de casa con cuatro rayitas y cuando vuelve no le queda ninguna. Vamos, que el tío no es mucho de leer, pero a la que puede, se dedica unas líneas.

Al jefe de El Tiempo no lo traga nadie, pero se empeñó en organizar la cena. El tío es muy estricto en su trabajo. Si fuera bombero, sería capaz de apagar una capilla ardiente. Y aunque buscó voluntarios para organizar la cena, para contarlos le sobró una mano y seis dedos. Pero como cada año, tuvieron que ir.

Cómo no, la noche anterior a la cena El Tiempo había salido, como siempre, hasta que se hizo de día, porque se ve que la oscuridad le acojona. El tío es un hombre de Almax tomar, así que aunque estaba destrozado en la oficina, tampoco se notaba. Pero en la cena, apenas habían empezado con el primer plato y era tal coñazo, que El Tiempo estaba con más sueño que una cesta de gatitos al lado de una estufa. Pero se le vino a la cabeza una posible solución, y es que, como le dijo Pocholo a Massiel, en esta vida, todo es ponerse. Así que decidió pasar por el baño a empolvarse la nariz.

A El Tiempo normalmente es imposible adelantarlo, porque es de los de raya continua, pero cuando llegó al baño, descubrió que no era el único al que se le había ocurrido la misma idea. Joder, entre todos los que estaban al tema, había más rayas allí que en un documental de cebras. Se formó en el baño un auténtico tiroteo, y entonces entró el jefe. La situación se puso más tensa que el sujetador de Pamela Anderson, y todos se callaron. Menos El Tiempo, que tras lavarse las manos bien podría haber usado la toalla para secarse otra cosa en vez de las manos, porque todo se la suda. Sin más, le dijo que las rayas que quedaban eran para él.

El jefe, que es de los que a base de ganar dinero cada vez tiene más amistades y menos amigos, vio la oportunidad de hacerse el enrollado, y se las metió. Y claro, como en estas cosas de la coca estaba más perdido que Rouco Varela en el Espárrago Rock, se puso como loco. La cena pasó de ser lo más parecido a la reunión del Comité de Accionistas de Ortopedias Reunidas, a convertirse en algo así como la fiesta de despedida de soltero de David Hasselhoff. El jefe se puso a beber como si hubieran anunciado el fin del mundo y fue demostrando poco a poco que el plural de "cubata" es "cogorza".

Con los efectos de la coca, le pasó como al de El Sexto Sentido, que no se dio cuenta de que ya estaba muerto. Los demás se enteraron cuando se puso a hablar del milenarismo y cuando el camarero le preguntó que si quería tomar un taxi y él contestó que prefería no mezclar y seguir a whiskys... Con el moco, el tío se puso más caliente que las calderas de Mordor. Así que, balbuceando, propuso que se fueran todos a un puti muy barato que había cerca, donde por 20 euros te dan la entrada con consumación. Pero al levantarse, se cayó y se pegó tal hostia, que es posible que dentro de unos años Amenábar haga una película sobre él.

Al día siguiente El Tiempo nos comentó que no se había reído tanto desde que a su hermano pequeño se lo comieron los cerdos. Una noche que nunca se le olvidará mientras se acuerde. Pero el jefe debe de opinar que todo tiempo pasado fue anterior, porque no ha comentado nada con nadie sobre el asunto, y se pone de los nervios cada vez que escucha que Wikileaks hace una nueva filtración. Aunque eso sí, al jefe ya nadie se lo toma en serio. Y es que esto de tener poder es como lo de ser una señora: si tienes que recordárselo a la gente, mal vamos...