16 de abril de 2011

Mi amigo "El Volcán"

Era normal que El Volcán estuviese deprimido. El Volcán es un chico al que llamamos así, no porque sea muy fogoso, sino porque ha permanecido muchísimo tiempo inactivo. Y no sólo en el terreno laboral... A su edad, El Volcán sigue viviendo con sus padres, porque como dice la serie de televisión, sin pelas no hay para piso. Pero no todo es el dinero, que en esta vida hay cosas más importantes... pero son tan caras...
En realidad lo que más le amargaba a El Volcán era su triste vida amorosa. Aunque no tenía un duro porque recientemente se había apostado todo su escaso dinero a que no era ludópata, y perdió, El Volcán había comentado ya en alguna ocasión que pagaría por encontrar a una mujer que no le cobrara. Y es que el tío no pilla nunca, a estas alturas, su semen debe de ser ya gran reserva. Se rumorea que ha follado menos que una mantis religiosa macho.
Alguien le comentó que fuera a ver a un terapeuta. A El Volcán, a lo más que le sonaba un terapeuta era a 1024 gigapeutas, pero se decidió a pasarse por su consulta. Lo único que le dijo con algo de sentido es que no pensara que follar era pecado. Pero eso ya lo sabía El Volcán: qué pecado ni qué pecado, follar lo que es, es un milagro. Y lo que terminó de hundirlo fue cuando le dijeron que no tenía que angustiarse, que la juventud venía empujando fuerte... y eso es todo lo que él quería, una joven con la que empujar.
Cuando El Volcán volvía a casa, pasó por una casa okupa y tuvo la idea que cambiaría su vida: se metería a vivir en una comuna hippie. Ya se lo imaginaba: fiestas tan brutales que la nevera estaría cargada a partes iguales de cerveza y Betadine, orgías salvajes... y todo sin dar ni palo. En realidad para él, todo aquello era accesorio, buscaba solamente a alguna chica que viera a un hombre y se pusiera enferma, una chica que anduviera buscando un médico de cabecero. Una chica siempre abierta, como una tienda de chinos... Nada más llamar a la puerta le abrió la que parecía ser la única ocupante de la casa, una chica de la que se podría decir que era guapa y alta de no ser porque era fea y bajita. El Volcán se imaginaba que en esa casa tendrían sus reglas, pero se preguntaba si el ir despeinada y oliendo a choto sería una de ellas. Aun así, El Volcán le contó su problema y ella le invitó a que pasara a su habitación. Aquella chica tenía un corazón que no le cabía en el pecho, por eso tenía esa barriga. Y aunque daba toda la sensación de que en esa casa acababa de estar Godzilla de botellón, el dormitorio no se podía decir que no le diera a El Volcán buenas vibraciones. Sobre todo cuando vio un consolador sobre la mesilla de noche... Las cosas se estaban poniendo bien cuando hizo acto de presencia el perro de la chica. Aquello parecía un pit bull cruzado con una picadora de carne. A juzgar por su aspecto, su nombre debería de ser algo así como "Carnicero". Tenía más dientes que una caja de cambios y el mismo peligro que un Gremlin llevando un descapotable a un autolavado. Y al parecer su relación con su dueña era bastante estrecha, estaba hecho todo un perrito faldero... Ya se sabe que no hay que morder la mano que te alimenta, pero nunca se ha dicho nada de alimentarse de la mano del que le está dando un muerdo a tu dueña, sobre todo cuando pasas más hambre que el Tamagotchi de un sordo. Así que, para salir de allí, El Volcán empleó al máximo sus dotes de mano izquierda, porque la derecha la tenía rodeada de dientes. TTuvo que salir de allí por patas, mientras aún conservara todas. Pero aquella experiencia hizo que se replanteara su existencia. Llegó a la conclusión de que si tirara su vida a la basura, ni las ratas se la comerían. Pero pensando en todas las oportunidades que le ofrecía la vida, se decidió a conseguir un poco de dinero e invertirlo en la bolsa. En comprar la bolsa de Dog Chow con la que tiene intención de volver a esa casa okupa...

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