14 de junio de 2011

Mi amigo el veterinario (y II)

Habiendo trabajado con viejos verdes en bares de ambiente, era normal que a la chica le preocupara la ecología. Por ello, ya que no era agraciada, al menos se preocupaba de no generar residuos: tanto la almeja, como el francés, los hacía al natural. Y aunque para el francés, lo suyo es usar el traje de gala, ella lo hacía con traje de saliva.
Eso sí, lo que no suplía de ninguna manera era el pestuzo que desprendía. Le cantaba el alerón, acompañado de coros de la región inguinal, rematados con una poderosa sección de viento en plena ejecución del allegro vivace del concierto para trombón de Rimsky Korsakov. El desodorante, dándola por imposible, hacía mucho tiempo que había pedido la baja por depresión y la había abandonado. Ahora bien, la caspa parecía estar mucho más encariñada con ella.
El Veterinario, al contrario que la chica, no tenía intención de dejar correr su turno y tenerse que comer otra vez toda la cola. Así que optó por seguirla a la habitación. Habitación que tenía bastante peor pinta que la chica, si cabe. El Veterinario se armó de cobardía y pensó que no era cuestión de pedir una hoja de reclamaciones al probablemente muy amable dueño del piso. Intentaría simplemente terminar rápido y evitar el jadeo, para no respirar más que lo justo y así no lesionarse la pituitaria.
La habitación estaba cargada de un olor mezcla de zoo con ambientador. Y al entrar recibías tal bofetada aromática que, sentado en esa cama, comprendías perfectamente la sensación de estar sentado en un jardín cuajado de divinas flores de lavanda provenzales, sobre lecho de estiercol fresco y topping de azufre glacé. Se raja una vez más en aquella habitación y la declaran zona catastrófica, decretando el consiguiente perímetro de seguridad para evitar que la contaminación dañara a la población.
En cuanto la chica rompió a chupar, El Veterinario, que era un tipo cabal, terminó precipitadamente, pero sin prisas... Unas semanas después notó que tenía algo pequeño en el glande. Y gracias a ello hoy en día sabe que sólo las listas de espera de la Seguridad Social son equiparables a las del INEM. Tras semanas esperando a que llegara su día y hora, lo que comenzó siendo una pequeña verruga en el extremo de la verga se estaba convirtiendo en una pequeña verga al inicio de una verruga. Así que se decidió a ir a la consulta de un urólogo privado. Como todos, aquel se la miró con desprecio, se la tocó con asco y le cobró como si se la hubiera chupado. Su diagnóstico fue conciso pero muy claro: en esta vida todo se pega, hasta las lentejas.
Si las venéreas fueran Pokèmons, él realmente casi había logrado hacerse con todas. Menos mal que se trataba de Pikachu y algunos otros Pokèmons de bajo nivel, y todo podía arreglarse con pastillas y cremas en apenas unos meses de tratamiento. El Veterinario no se lo podía creer, y pidió una segunda opinión. Y en opinión del médico, durante el tratamiento El Veterinario no debería acostarse con nadie que tuviera más enfermedades que él. Al menos no sin la presencia de su abogado.
b

No hay comentarios: