27 de abril de 2009

Zapatos (de taconazo, por supuesto!)

Una temporada más se nos ofrecen zapatos elaborados, instalados, esculpidos, adornados y sobretodo, elevados en sus tres dimensiones espaciales. Y eso es fantástico porque da para mucho juego de crítica y deconstrucción emocional y social, un entretenimiento fascinante que nos ayuda a decidir cómo queremos caminar en los próximos meses. El lenguaje corporal está tan encubierto por un idioma de ropas y cosas que divulgan las marcas adquiridas o la falsificación disimulada de forma uniforme y confusa, que es dificil hacerse una idea de quién es en realidad esa persona tan protegida por los logotipos. Sin embargo, el calzado, ese clásico infalible que a veces habla más de su propietaria que sus propias palabras, está adquiriendo la importancia que siempre debió tener, la de ser la voz cantante. De hecho, el zapato debería ocupar un capítulo entero en todas las biografias y autobiografias de mujeres notables: su lectura ayudaría a conocerlas mejor y de paso, a conocerse.
Deconstruir un zapato es desvelar el lenguaje secreto de la persona que lo lleva. Sobre todo, si se trata de un zapato de la primavera 2009.
Tacón = altura, altanería. A más altura, menor riego sanguíneo en el cerebro y mayor pesadez en las extremidades. Las artificialmente altas llaman mucho la atención, pero se arriesgan a no poder decir nada mientras miran por encima del hombro. «Los cántaros, cuanto más vacíos más ruido hacen» (Alfonso X el Sabio).
Escultura bajo la suela = apatía, inmovilidad. Las plataformas convertidas en caprichosos grupos escultóricos son rígidas, tanto huecas como macizas, y aunque con base ergonómica, no responden siempre a las órdenes de los pies y entorpecen el movimiento. La consecuencia es la dificultad para llegar airosa a la meta o la súbita parálisis de la estatua, anclada a su podio. «Por la calle del ya voy se va a la casa del nunca» (Cervantes).
Decoración = artificio, fantasía. Tanto paisajismo en torno al empeine y el tobillo, pequeñas superficies ajardinadas con profusión de vegetales, pieles y plumas, abre las puertas a los universos de la infancia; conducen a la memoria de otras vidas, cortas, pero vividas. «Las personas reales están llenas de seres imaginarios» (Graham Greene).
Talones (de Aquiles) = vulnerabilidad. Para quienes el ornamento que manda la tendencia sabe a poco, la moda les ofrece más en el único lugar del zapato que quedaba baldío: el talón. Alas, pétalos, pompones, plumas y espinas señalan el punto débil, el que no es inmune ni a las miradas ni a los comentarios. En el talón desnaturalizado reside la vanidad. «Las mujeres juegan con su belleza como un niño con un cuchillo, y se lastiman» (Victor Hugo).
Kitsch = provocación. El desequilibrio fisico, la desproporción y el total mix visual de esos superzapatos carnavaleros de ciencia ficción producen una extraña atracción y transcienden su función; se miran y se comentan como objetos expresionistas. En su caso, lo de menos es que sean realmente calzados o que acaben sin estrenar en la repisa de la chimenea. «El aspecto intoxicante del mal gusto proviene del placer aristocrático de provocar» (Baudelaire).

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