14 de enero de 2010

Mi amigo el Buzo

Uffff... este Buzo, hay que ver cómo se las gasta. El Buzo es un tipo muy peculiar que es conocido en la comunidad porque el tío sólo trabaja bajo presión. Domina el difícil arte de cobrar el paro cada mes cotizando menos que los maravedíes en el mercado de divisas. Y es que en el canto de una moneda de 2 euros hay muchos más datos que en su currículum. Pero aunque parezca contradictorio, aún no teniendo un duro, al tío lo que no le falta es liquidez: es de los que desayunan una leche de pantera, almuerzan una piña colada, y el resto del día sólo bebe. De hecho, ya en el instituto El Buzo decidió dejar los estudios para dedicarse a beber en serio... Lo mejor que se puede decir de El Buzo es que es un hombre hecho a sí mismo... y se nota.
Pero además vive en el edificio una abuela que está forrada. Es la típica señora mayor con pasta, reconocible porque lleva un caniche de aspecto repelente bajo el brazo, se viste con varias hectáreas de pieles y está tan oronda, que si su culo fuera el mundo, Willy Fog perdía la apuesta fijo. Es tan rica, que sólo tiene dinero, y claro, su perrita es lo que más quiere en el mundo. Cada vez que se te pone a hablar de ella, se pone más pesada que Juan Ramón Jiménez hablando de su burro...
El Buzo estaba como siempre sin un duro, y un día viendo las noticias se le ocurrió una idea para pegar el pelotazo: secuestrar a la caniche de la abuelita del primero y pedir rescate. Así que en un descuido de la abuela, mientras ella hacía unos ejercicios de concentración mental manejando 6 cartones en el bingo, El Buzo metió sigilosamente a la perrita en una bolsa de deportes sin que nadie se diera cuenta y le dejó una nota, en teoría, anónima.
El Buzo no tiene ordenador, bueno, sí, tiene uno pero es tan viejo que en vez de tener memoria RAM tiene un vago recuerdo. Así que la nota era manuscrita, ya ves, para no ir dejando pistas. El texto estaba petado de faltas de ortografía de peso: una sola de sus frases bastaría para anclar un barco... Y es que El Buzo es lo que se dice undiamante en bruto, pero sin la piedra... Y además, en un arrebato de sagacidad, pidió el rescate en cajas de Johnnie Walker Blue Label, por si acaso le daban billetes marcados. El problema es que pidió que las dejaran en su descansillo. Y es que El Buzo la verdad es que muy listo no es: le hicieron una vez un test de inteligencia y dio negativo...
Con lo que no contaba El Buzo era con que la caniche tenía máspeligro que un tiroteo en un ascensor: parecía que a aquella perra la habían criado a base de biberones de LSD. No paraba de ladrar y de morderlo todo y no llevaba apenas ni una hora en la casa y ya estaba nominada. El Buzo no la aguantaba y se le pasó por la cabeza bajarse al bar, no ya para pedirle un whisky fiado al camarero, sino más que nada, para pedirle prestada un momentito la máquina tragaperras...
Como la perra no paraba de ladrar, El Buzo le intentó poner un bozal, pero eso era más difícil que endosarle unos gayumbos a un pulpo. La perra era la típica perra enana odiosa y repelente que bien podría llamarse Fifí. De ésas que no conocen el significado de la palabra miedo y se comportan frente a un mastín como si el señor Galindo se cagara en todos los muertos de Pau Gasol y no parara hasta achantarlo. Pero al parecer la perra tampoco conocía el significado dela palabra supervivencia, porque a la que El Buzo se despistó, la caniche se le escapó hacia la terraza y se lanzó al vacío con los ojos cerrados. Era un intento de fuga más bien arriesgado, aunque siempre le quedaba el consuelo de que si erraba el salto, nunca llegaría a darse cuenta...
La perra había sobrevivido a innumerables accidentes... gracias al hecho de no estar presente. Pero esta vez no iba a ser menos y tuvo la suerte de caer en la fuente de la plaza. El Buzo, harto, bajó a recogerla y empapado hasta la cintura, decidió buscar a la abuela y devolvérsela. La abuela resultó estar en casa, que del disgusto llevaba casi dos horas sin jugar al bingo. En cuanto abrió la puerta y la vio, se puso como loca. El Buzo le comentó que casi se había ahogado en la fuente, y que había venido a traérsela, pero que lo del sobre no se lo tomara en serio. Pero la abuela es una de esas extravagantes personas que cumplen su palabra y le dijo que de El Buzo no se iba de allí sin llevarse el sobre con la gratificación para quien encontrara a su perrita. Para suerte de El Buzo, la abuela había llenado el barrio de carteles de "perrita perdida" sin siquiera haber llegado a leer la nota.
Esto fue hace casi un mes, y desde entonces, la perrita se ha vuelto a perder 3 veces y El Buzo la ha encontrado en todas las ocasiones. Así que se da el caso de que como no hace otra cosa que encontrar perras, ha dejado de estar canino. Se dice que la última vez, la abuela invitó a El Buzo a quedarse la noche en su casa para vigilar a la caniche, y se comenta que la perrita no es el único animal lamecoños que ha habitado esa casa en los últimos 10 años. Esto puede que no sea cierto, pero ya se sabe que cuando el río suena... es que se ha ahogado una orquesta.

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