20 de julio de 2010

Mi amigo El Dentista

Ay, ya le ha pasado otra vez lo mismo a El Dentista. El Dentista es el típico colega buena gente al que llamamos así porque siempre te arranca una sonrisa. Pues le ha vuelto a dejar la novia justo antes de la boda. Y es que el tío es de nuestra edad pero ya se ha intentado casar cuatro veces: la primera por la iglesia, la segunda por lo civil, la tercera por lo criminal y esta cuarta vez por idiota.

Si en cualquiera de las bodas hubieran cambiado los muñequitos de la tarta por dos Pokémon, nadie se habría dado cuenta. Porque El Dentista será muy buena persona, pero es tan feo que hace llorar a las cebollas. De su físico se podría decir que es normal... con matices. Si la belleza matara, él sería inmortal. Y es que los hay guapos y luego gente como él, que son la cara B. A un tío tan buena gente como es él, decir que está gordo, queda mal, más bien digamos que es poco denso. Sus camisetas son de tamaño iglú. Ha ido empeorando con los años y es el vivo ejemplo de que del deporte, también se puede salir. Y es que lleva unos años que cada vez que come, parece que le esté haciendo un homenaje a Holocausto Caníbal.

El Dentista andaba de nuevo desconsolado porque alguien se estaba haciendo un zumo con su media naranja. Llevaba todo el día una cara cuya mejor definición era la de "último cachorrito en la tienda de animales". Tenía una pena de tamaño familiar y le consolábamos diciéndole que en el fondo una boda sólo es un acto en el que se crea un cristo más, y una virgen menos. Pero estaba fatal, pensaba en cosas horribles como morirse o que le llamaban de Recursos Humanos. Ya hasta se tuteaba con la muerte y esa obsesión suya por suicidarse le estaba quitando la vida. Y eso no puede ser, antes morir que perder la vida. Así que los colegas decidimos echarle una mano...

Primero pensamos en organizarle una cita a ciegas. Pero su única opción de triunfar hubiera sido que la chica no se quitara la venda hasta después del desayuno. Eso, o que le consiguiéramos la cita con una chica afgana que hubiera cometido el desliz de ponerse la burka con la parte de delante atrás. Así que tras darle más vueltas que Valdano en una rueda de prensa, pensamos en organizar una sesión de espiritismo a la luz de las velas con unas crédulas amigas nuestras que siempre están rodeadas de fantasmas. Porque si algo tiene el Dentista, es que es de esas personas que son más guapas con la luz apagada.

El plan era perfecto: convocaríamos a Cupido y con algún truco que accionaríamos cuando el espíritu se manifestara (un espíritu según la policía y 217 según los organizadores) convenceríamos a El Dentista y alguna de nuestras amigas de que eran la pareja ideal. Por si la cosa no se daba bien, nos llevamos a una de esas chicas que gana mucho desnuda... y que aceptan pagos con tarjeta. La señorita representante del sector de relax tenía toda la pinta de apellidarse Pataky: debajo de la ropa tenía toda una clase de anatomía, más patas que un saco de arañas, y de cara... carísima. Y encima llevaba una ropa que no se le veía el chichi por los pelos.

Llegó el día y estaba todo preparado. Pero en toda reunión nunca falta el tío que sobra. Y lo peor es que iba a estar allí hasta que se fuera. Y tanto que lo hizo. Movido por la tensión del momento a uno de los colegas se le relajó el esfinter y se tiró un pedazo de pedo que parecía que más que a Cupido habíamos invocado el espíritu de Louis Armstrong entonando a la trompeta el "When The Saints Go Marching In".

Tuvimos que echar mano del truco de que se abrieran las ventanas solas pero el ambiente estaba tan cargado, que se podría haber hecho bloques de hormigón con él. Se arruinó todo y nuestras amigas se fueron. Así que como no había llegado a meterse ningún espíritu en el vaso, aprovechamos para llenarlo de bebidas espirituosas y aunque la mercenaria del amor no era una chica formal, conseguimos que El Dentista tuviera con ella una felación seria durante todo el fin de semana. Y es que lo bueno en exceso, puede ser maravilloso. Porque en esta vida hay que hacer lo que le dijo un jardinero a otro: disfrutemos mientras podamos...

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