18 de julio de 2010

Mi amigo Legolas

La verdad es que como idea, la de Legolas no parecía mala. A Legolas no lo llamamos así porque sea guapo como un elfo, sino porque siempre acaba con todos los orcos. Y es que Legolas es un tipo duro de pies a cabeza, pasando por el nabo, y claro, como siempre está más caliente que el tubo de escape del Apolo XIII, no hay vez que no termine pagando los platos rotos una de esas chicas fáciles que se abren más que un compás.

Legolas estaba ya harto de levantarse por la mañana, echarle un vistazo a la chica que tenía en la cama y tener que consultar la Wikipedia para confirmar que, efectivamente, el Big Foot es una leyenda urbana. Incluso, alguna mañana mirando fijamente a su compañera de cama, se le llegó a pasar por la cabeza que quizá era de ella la culpa de que los extraterrestres aún no hayan venido a visitarnos. Así que se le ocurrió una idea para mejorar su vida sexual y de paso ganarse unos euros: simularía hacer un casting para películas porno. Y es que si en esta vida hay una profesión soñada por la mayoría de los hombres es la de hacer el control de calidad de las actrices porno.

Se hizo con una cámara y alquiló una habitación en el hostal más cutre del barrio. Y gracias. Que inicialmente, como había oído que el gobierno iba a quitar las pensiones, pensó en hacer el casting en su furgoneta... Pegó carteles donde decía ser el representante de una de esas compañías cinematográficas cuyas películas están colocadas de canto en los videoclubs, y esperó a ir recibiendo aspirantes. Legolas se quedó en la habitación frotándose las manos y alguna que otra parte de su cuerpo, pensando en los puros pibones a los que se iba a pasar por la piedra. Y naturalmente, se iba a forrar vendiendo las grabaciones de los castings. Y no tardó mucho en aparecer la primera chica.

Tras intercambiar un par de frases con ella, a Legolas le dio la impresión de que, para ser tonta, tampoco era tan guapa. De hecho, nada más mirarla, uno se daba cuenta de que durante su no demasiado corta vida, la chica tendría que haber pasado auténticas hombrunas. Legolas estaba dispuesto a rebajar su nivel pero una cosa era fingir hacer un casting, y otra, fundar una ONG. Así que la echó de la habitación y dejó pasar a la siguiente candidata.

Cierto es que la segunda chica tenía unas tetas de buen rollito... pero una cara de mala hostia... Estaba claro que tenía las tetas operadas, ahora, en la clínica de estética lo más que habían podido hacer por su cara fue regalarle una máscara con Loctite por dentro. Tenía la nariz de otra y la cara le estaba grande. Una cosa es ser razonablemente fea y otra que el ayuntamiento te utilice para parar el tráfico. Legolas es la viva imagen de la persona a la que no le importa que haya mujeres feas. Lo que le jode es que todas vivan en su barrio. Así que, nunca mejor dicho, para librarse de toda la paja, cambió los carteles pidiendo actrices que ya hubieran hecho alguna película porno.

Y por fin le vino una chica que merecía la pena, con buen tipo, se notaba que hacía ejercicio. Traía un maletón con todo tipo de artilugios. A Legolas le empezó a mosquear que la chica trajera botes de lubricante y de Betadine a partes igual. Vale que la chica fuera deportista, pero no dejaba de ser curioso que hubiera ido al casting con un bate de béisbol. Y ya cuando empezó a sacar la artillería pesada, objetos que en su mayor parte podrían lucir en el museo de la tortura, Legolas se lo repensó. Con eso de creerse director de cine, Legolas estaba muy subido y le ordenó que se marchara, pero no contaba con que ella tenía un complejo de superioridad superior al de él y muy poquitas ganas de irse. Se le notaba que era una chica muy mala, daba toda la sensación de que de pequeña el niño de La Profecía le tallaba corazones en los árboles. Y Legolas... bueno, digamos que he visto ositos de goma mucho más agresivos que él.

Así que entre las esposas con las que lo ató a la cama, lo que parecía ser una porra vibradora, y el uniforme feminazi que llevaba, se diría que Legolas estaba a punto de hacérselo con una antidisturbios. Gracias a dios, las pelotas de goma que traía eran sólo para ponérselas en la boca. Si juzgamos la actuación que iban a grabar según el grosor de la porra y la maestría de ella usándola, se podría decir que el casting les iba a quedar para cagarse.

Le dio una tunda a Legolas que El Club de Simpatizantes de las Palizas en Descampados hubiera calificado con 4 puños americanos y un palo de golf, además de otorgarle la bota con puntera de oro al mérito inciso-contuso. Y encima se llevó la cámara de vídeo posiblemente para vender la grabación como tomas falsas de una película snuff. Desde entonces, Légolas lleva unas semanas que sólo puede comer cocido si previamente ha atado los garbanzos con cordelito, y sobre todo tiene que tener mucho cuidado de no quitarse los pañales y toser a la vez. Y es que hay que tener cuidado con desear toparse con un monstruo en la cama: tu deseo podría hacerse realidad...

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